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Teoría

 

EL SURGIMIENTO DE LA SOCIEDAD Y EL ESTADO
Aunque se trata de un problema connatural al ser humano, fue desde el nacimiento de los primeros Estados modernos que el problema de la justificación de sus gobernantes se volvió realmente importante para los pensadores e intelectuales. En la Antigüedad y en la Edad Media, tal justificación descansaba generalmente en el poder religioso, que dotaba de legitimidad a los reyes aduciendo que gozaban del favor de un dios. Pero en la Edad Moderna, esa fuente de legitimidad fue crecientemente cuestionada, por lo que algunos autores vieron la necesidad de encontrar otra. Fue entonces cuando nació el contractualismo, que es una teoría política según la cual la sociedad y el Estado surgieron como producto de un pacto social que pone punto y final a una hipotética etapa presocial llamada «estado de naturaleza».
Thomas Hobbes (1588-1679)
El primer gran teórico del contractualismo fue el inglés Thomas Hobbes como respuesta a la Guerra civil inglesa (1642-1646; 1648-1649; 1649-1651), en la que se enfrentaron los partidarios del rey Carlos I frente a los republicanos comandados por Oliver Cromwell. Este conflicto lo vivió Hobbes en París, donde escribió su obra más famosa, Leviatán. En ella busca legitimar un poder absoluto del gobernante no en el poder religioso, sino en la necesidad de que este mantenga la paz a toda costa, ya que, en ausencia de un gobernante, en una hipotética época presocial que Hobbes llama «estado de naturaleza», el ser humano estaría en una constante guerra de todos contra todos y, por lo tanto, condenado a una vida «solitaria, pobre, desgraciada, brutal y corta». Así, mediante un pacto social, entiende Hobbes que los seres humanos habrían dado todo su poder y libertad a uno solo, al Leviatán, para que mantuviese la paz por cualquier medio que fuera necesario. El gobierno constituido por el Leviatán crearía las leyes que considerase convenientes, aún con la máxima violencia y crueldad, para evitar todo conflicto entre sus súbditos. Leyes que él no se aplicaría a sí mismo para mantener la estabilidad.
John Locke (1632-1704)
La postura de John Locke sobre la legitimidad de los gobernantes tiene más en cuenta los derechos de los ciudadanos, pues la estructura sociopolítica que desea justificar no tiene como problema principal la guerra entre sus convecinos, sino la promoción y prosperidad del comercio. Por eso, Locke argumenta que en ese supuesto «estado de naturaleza», los seres humanos ya nacen con determinados derechos naturales, es decir, con derechos que ya tenemos por el mero hecho de nacer como humanos, como, por ejemplo, el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad privada. Pero, según Locke, en el «estado de naturaleza» carecemos de los medios indispensables para proteger tales derechos, por lo que es necesario un pacto social que instaure una estructura sociopolítica que los cristalice en leyes, forme a jueces justos que las hagan cumplir y haya policía que castigue a quienes no las cumplen. Por lo tanto, para Locke, toda estructura política está legitimada en la medida en que cumple con su cometido, de manera que, si no lo hace, los ciudadanos tienen todo el derecho a rebelarse contra ella.
Jean-Jacques Rousseau (1712-1778)
Jean-Jacques Rousseau fue el último gran contractualista moderno, tema al que dedica su gran obra El contrato social. Al contrario que Hobbes, para Rousseau, el ser humano en el «estado de naturaleza» se caracteriza por ser bueno y pacífico. Sería la sociedad la que instauraría la propiedad privada, la envidia, el egoísmo, la desigualdad y la guerra entre los hombres. El pensamiento de Rousseau está teñido por la nostalgia de ese supuesto «estado de naturaleza» que él asemeja a las sociedades primitivas de cazadores recolectores y a los niños salvajes (Marie-Angélique Memmie Le Blanc y Víctor de Aveyron) que se descubren en su época y que alimentaron el mito del buen salvaje. No obstante, ante la imposibilidad de retroceder en el desarrollo humano, Rousseau defiende que debemos reformar nuestras sociedades para hacerlas más naturales, más acogedoras para la naturaleza humana, lo cual solo puede hacerse a través de la educación de los más jóvenes. A ese propósito dedica una de sus obras más famosas, el Emilio o De la educación.

 

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