La experiencia filosófica

Teoría

 

Los primeros filósofos

Los presocráticos (se llama así a los filósofos anteriores a Sócrates) fueron pensadores griegos de los siglos VI y V a. C. que introdujeron una nueva manera de preguntarse sobre el mundo y el lugar que ocupan los seres humanos en él, basada en la geometría. De hecho, la mayoría de ellos fueron grandes geómetras e hicieron importantes contribuciones en ese campo. Por su intento de extender ese modelo de racionalidad han sido reconocidos como los primeros filósofos y científicos de la cultura occidental.

Los presocráticos tuvieron como gran objetivo descubrir cuál es el elemento primigenio y original que habría dado lugar a todo lo que existe, es decir, el arjé (ἀρχή).

 

 

 

Los milesios

En la antigua ciudad de Mileto, en la costa de la actual Turquía, vivieron los considerados tres primeros filósofos. Tales propuso como arjé el agua. Anaximandro dijo que era algo carente de cualquier determinación, es decir, lo indeterminado o ápeiron (ἄπειρον). Anaxímenes se decantó por el aire.

Tales

 

Anaximandro

Anaxímenes

Pitágoras y los pitagóricos

Pitágoras fue un gran matemático y filósofo de la Antigüedad clásica que defendía que todo estaba hecho de números. Sus seguidores formaron una secta en la ciudad, hoy italiana, de Crotona.

Pitágoras de Samos


Heráclito de Éfeso

Heráclito fue un príncipe del reino de Éfeso, en la costa de la actual Turquía, que renunció al trono y se dedicó a la filosofía. Él postuló el fuego como arjé, pero un fuego dominado por el logos, es decir, la razón, que hace que, aunque en la naturaleza no haya más que una lucha de contrarios, ese constante cambio sigue un orden armónico.


Parménides de Elea

Parménides es famoso por escribir un poema en el que desarrollaba su pensamiento. En él dice que el arjé no pudo transformarse para dar lugar a todas las cosas diferentes que conocemos. Es decir, que lo que no es de determinada manera no puede llegar a serlo, porque de lo que no es, de la nada, no puede salir algo, y al revés, lo que es no puede dejar de serlo. Por lo tanto, solo existe una cosa, el ser, que no cambia. Todo aquello que nos parece diferente es eso, mera apariencia, opinión, ilusión.


Empédocles de Agrigento

Empédocles, nacido en la localidad siciliana de Agrigento, sostenía que realmente hay cuatro arjé: el agua, el fuego, el aire y la tierra. Estos elementos se combinarían de diferentes maneras conformando todo lo existente gracias a dos fuerzas: el amor, que hace que las cosas se junten, y la discordia, que hacen que se separen.


Anaxágoras de Clazomene

Anaxágoras defendió que había infinitos arjés que, en el principio de los tiempos, estaban todos unidos, formando una gran masa compacta que se comenzó a disgregar por la acción del Nous o inteligencia ordenadora. Eso provocó que en todas las cosas haya partes de todo lo demás.

Los atomistas

Los atomistas propusieron los átomos como arjé, que serían la forma básica e indivisible de materia y que se mueven de forma azarosa y mecánica a través del vacío. Puesto que los átomos tienen infinitas formas, al juntarse unos con otros, formarían todas las cosas diferentes del universo.

Leucipo de Mileto

Demócrito de Abdera

 

Práctica

1. Vea el vídeo y tome apuntes sobre lo que dice de cada uno de estos filósofos.

2. Analice el siguiente texto respondiendo a las siguientes preguntas:

  • ¿De qué trata el texto?
  • ¿Qué dice el texto?
  • ¿Por qué lo dice?
  • ¿Cómo lo dice?
  • ¿Para qué lo dice?
Que no es una ciencia productiva resulta evidente ya desde los primeros que filosofaron: en efecto, los hombres -ahora y desde el principio- comenzaron a filosofar al quedarse maravillados ante algo, maravillándose en un primer momento ante lo que comúnmente causa extrañeza y después, al progresar poco a poco, sintiéndose perplejos también ante cosas de mayor importancia, por ejemplo, ante las peculiaridades de la luna, y las del sol y los astros, y ante el origen del Todo. Ahora bien, el que se siente perplejo y maravillado reconoce que no sabe (…) Así, pues, si filosofaron por huir de la ignorancia, es obvio que perseguían el saber por afán de conocimiento y no por utilidad alguna. Por otra parte, así lo atestigua el modo en que sucedió: y es que un conocimiento tal comenzó a buscarse cuando ya existían todos los conocimientos necesarios, y también los relativos al placer y al pasarlo bien. Es obvio, pues, que no la buscamos por ninguna otra utilidad, sino que, al igual que un hombre libre es, decimos aquel cuyo fin es él mismo y no otro, así también consideramos que ésta es la única ciencia libre: solamente ella es, en efecto, su propio fin.
(Aristóteles, Metafísica, I 2, 982b).

 

Investigación

 

Pasos para escribir un artículo filosófico (II)

3. ¿Cómo seleccionar, analizar, sacar citas y referenciar los textos?

Sacar notas de las fuentes

Mientras leemos las fuentes que hemos seleccionado es preciso ir sacando notas de todo lo que nos vaya llamando la atención, ya sea porque nos parezca importante, chocante, intrigante, estemos fuertemente en desacuerdo con ello, etc.

Tomar nota consiste en escribir con nuestras propias palabras las ideas que acabamos de leer, así como las opiniones que tenemos sobre ellas o posibles preguntas que nos hayan provocado.

Se pueden seguir los siguientes pasos:

  1. Escribir en nuestro cuaderno el título del libro que vamos a leer.
  2. Después de leer algo que consideramos relevante, escribir en el cuaderno la página del libro donde aparece y, a continuación, las ideas tal y como nosotros las hemos entendido sin mirar de nuevo el texto. No se trata de sacar una cita directa, sino de anotar las ideas que nos ha inspirado el texto.
  3. No preocuparse por la extensión o la corrección sintáctica de lo que hemos escrito. Se trata de anotar nuestras ideas para no olvidarlas, no la redacción definitiva del artículo.
  4. Tras la sesión de lectura, cerrar el libro y ordenar de manera lógica las ideas anotadas.
  5. Con el libro cerrado, escribir en el cuaderno un resumen de lo que te haya parecido importante.

 

Analizar un texto

La lectura de las fuentes puede ser, a veces, difícil. Hay textos muy comprensibles, pero hay otros que necesitamos leer varias veces y despacio para poder entenderlos. No obstante, tanto para los primeros como para los segundos, es siempre útil acercarnos a ellos de una manera analítica.

Analizar un texto filosófico consiste en responder a las siguientes preguntas:

  • ¿De qué trata el texto? El tema general, de qué va, sobre qué problema o cuestión versa. Si el texto coincide con un párrafo, el tema debería aparecer en la primera línea.
  • ¿Qué dice el texto? La tesis, lo que afirma, lo que defiende el texto. Es decir, la respuesta que da el texto al problema que trata.
  • ¿Por qué lo dice? Los argumentos que da para apoyar su postura frente al tema o problema.
  • ¿Cómo lo dice? La forma o estructura argumental que el autor le ha dado al texto para hacerlo más comprensible, atractivo o convincente.
  • ¿Para qué lo dice? Es decir, cuál es el objetivo que tuvo el autor al escribir ese texto, qué quería conseguir con él: convencer, rechazar, afirmar su acuerdo o desacuerdo con algo, etc.

 

Una vez analizado un texto ya sabremos muchas cosas:

  • Si el tema del texto coincide o no con el de nuestra investigación.
  • Si lo que dice es algo original o no, contrario o no a lo que dicen otros autores o nosotros mismos, etc.
  • Si los argumentos que da son válidos, sólidos, fuertes, consistentes, razonables, etc., y si coinciden, complementan o contraponen a otros que conozcamos o se nos hayan ocurrido.
  • Si la forma de argumentar es atractiva y consigue su objetivo, con vistas a si la podríamos adoptar para nuestro artículo o no.
  • Identificar términos técnicos o desconocidos para nosotros que es necesario consultar en un diccionario generalista o especializado. Las diferentes interpretaciones que se han hecho de un término técnico pueden ser objeto de un buen artículo filosófico.

 

Citar un texto

Para referirnos en nuestro artículo a un texto de otro autor, tenemos que citarlo. Con ello conseguimos dos cosas. Por una parte, no confundir al lector, haciéndole pensar que determinada idea, argumento o incluso palabras literales son de nuestra autoría cuando no lo son. Hay que dejar siempre bien claro lo que decimos nosotros y separarlo de lo que dicen otras personas. Por otra parte, hay que ayudar al lector para que pueda localizar la idea, argumento o palabras textuales en su fuente original. De esa manera podrá contrastar si nosotros hemos sido fieles al recoger las ideas de otro autor y quizá servirse allí de otras que no hemos recogido en nuestro artículo. En definitiva, las citas sirven para prestigiar y hacer confiable nuestro trabajo. A grandes rasgos se puede distinguir dos tipos de citas: las indirectas y las directas.

Las citas directas son las que recogen de forma literal las palabras de una obra. Se utilizan para reproducir una definición exacta o un discurso destacado de un autor. De lo contrario, siempre son preferibles las citas indirectas. Si la cita directa tiene menos de 40 palabras, siempre debe ir entrecomillada. Por ejemplo:

Spinoza está en lo cierto cuando dice que «los hombres juzgan de las cosas según la disposición de su cerebro y que más bien las imaginan que las entienden» (Spinoza, 2000, p. 73), porque si no fuera así…

Si las citas directas tienen 40 palabras o más no van entre comillas, pero sí en un párrafo aparte:

De la misma forma opina Spinoza cuando dice lo siguiente:

 

Estos dichos bastan para mostrar que los hombres juzgan de las cosas según la disposición de su cerebro y que más bien las imaginan que las entienden. Ya que, de haber entendido las cosas, éstas (testigo las Matemáticas), aunque no atrajeran a todos, al menos los convencerían. (Spinoza, 2000, p. 73)

 

Esto supone que…

Las citas indirectas son aquellas en las que reformulamos con nuestras palabras o parafraseamos las ideas que queremos citar. Estas no van entrecomilladas ni en un párrafo aparte, sino que se integran en la propia redacción. Por ejemplo:

Spinoza apunta lo mismo cuando dice que los seres humanos valoramos las cosas siguiendo nuestra imaginación más que nuestro entendimiento, porque, si no fuera así, pasaría como con las matemáticas, con cuyos resultados todos estamos de acuerdo (Spinoza, 2000, p. 73).

Con las citas indirectas podemos enfocar la idea a citar de la mejor manera posible para integrarla en nuestra estructura argumentativa.

 

¿Cómo referenciar los textos?

Después de cada cita, ya sea directa o indirecta, hay que indicar el origen del texto citado. Hay muchos estilos para hacerlo: el APA, el Harvard, el Chicago, el Vancouver. Algunos utilizan una llamada numérica en el texto para luego poner la referencia a pie de página, mientras que otras introducen esa información en el cuerpo del texto. En los ejemplos de arriba se ha utilizado el estilo APA (American Psychological Association), que consiste en indicar en el texto y entre paréntesis el autor, la fecha de la obra citada y la página donde aparece el texto: (Autor, año, página).

Esas indicaciones precisan, además, de su referencia en una bibliografía. La bibliografía es un compendio de todas las obras citadas en un artículo, que deben presentarse en orden alfabético del primer apellido del autor. Siguiendo las normas del formato APA (7ª edición), las referencias bibliográficas deben seguir esta forma:

  • Apellido, A. A. (fecha). Título del libro en cursiva. Editorial.

Por ejemplo:

  • Spinoza, B. (2000). Ética demostrada según el orden geométrico. Trotta.

 


1. Cite de forma directa e indirecta y referencie los siguientes textos en formato APA:

a)

hasta ahora cada día de nuestra vida nos ha enseñado que las alegrías y los placeres, aun cuando se logren, son en sí mismos engañosos, no dan lo que prometen, no dejan el corazón satisfecho y su posesión está al menos amargada por las molestias que les acompañan o que surgen de ellos; mientras que, por el contrario, los dolores y los sufrimientos se muestran sumamente reales y a menudo superan todas las expectativas.

 

  • Autor: Arthur Schopenhauer
  • Obra: El mundo como voluntad y representación. Complementos
  • Año: 2019
  • Editorial: Trotta
  • Página: 693

 

b)

Cuando el yo conoce los sentimientos dentro del organismo que los posee, éstos mejoran y amplifican el proceso de gestionar la vida.

 

  • Autor: Antonio Damasio
  • Obra: En busca de Spinoza
  • Año: 2005
  • Editorial: Crítica
  • Página: 693

 

c)

La finalidad real de un estado debe comprender la mejora moral de sus ciudadanos, ya que debe ser una asociación de hombres que vivan juntos para alcanzar la mejor vida posible.

 

  • Autor: George Holland Sabine
  • Obra: Historia de la teoría política
  • Año: 1979
  • Editorial: FCE
  • Página: 81

 

Bibliografía

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  • Eggers, L. C. (1980). Los filósofos presocráticos 3. Gredos.
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  • Kirk, G. S., Raven, J. E., Schofield, M., & García, F. J. (2014). Los filósofos presocráticos: Historia critica con selección de textos. Tomo II. Gredos.
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  • Kenny, A. (2005). Breve historia de la filosofía occidental: Paidós.
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Examen

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