Teorías del conocimiento relacionadas con la de Platón
La teoría del conocimiento de Platón se puede relacionar, por ejemplo, con los siguientes autores:
Con Agustín de Hipona, señalando que este toma el mismo marco explicativo del conocimiento que Platón, aunque con matices. Agustín señala que la capacidad o facultad del ser humano de conocer, esto es, la inteligencia, se sirve de dos herramientas: la razón inferior y la razón superior. La razón inferior es la que nos permite alcanzar un conocimiento sobre las cosas del mundo terrenal, que son materiales, sensibles. Sería, por tanto, la que nos permite tener un conocimiento científico. Pero, dado que las cosas del mundo terrenal (compuestas, cambiantes, perecederas) no tienen existencia por sí mismas, sino que derivan su existencia y copian de manera imperfecta las Ideas que tiene Dios en su mente, este tipo de conocimiento no es el más perfecto. Es decir, mediante la observación de las cosas del mundo terrenal podemos llegar a conocer las Ideas de las que dependen y provienen, pero no con absoluta claridad. Para conocer perfectamente las Ideas que tiene Dios en su mente, es decir, alcanzar la sabiduría, según Agustín, debemos hacer uso de la razón superior en dos pasos. En primer lugar, haciendo un ejercicio de interiorización o autorreflexión, buscando las ideas en nuestra alma, no en lo mutable. En segundo lugar, haciendo un autotrascendimiento, esto es, superar la propia limitación humana, yendo más allá de nuestra alma, para alcanzar las Ideas que tiene Dios en su mente. Esto es posible, en última instancia, gracias a la Iluminación divina de nuestra alma. Así que Agustín está de acuerdo con Platón en que la verdadera realidad no es la que captamos por medio de los sentidos, sino que está en un plano que trasciende al mundo terrenal o mundo sensible platónico. Pero, para alcanzarla, no confía en el método dialéctico platónico, sino en una interiorización y salto trascendente hacia Dios. Así, para Agustín, conocer no es recordar, sino estar con Dios.
Con René Descartes, apuntando que este también utiliza el término idea, pero lo entiende de manera diferente. Para Descartes, las ideas no son esencias o conceptos inmutables, eternos, universales y perfectamente objetivos, que son la verdadera realidad, sino contenidos de nuestro pensamiento, representaciones mentales que pueden ser falsas, es decir, que pueden no representar ninguna realidad. En sus Meditaciones metafísicas, Descartes distingue tres tipos de ideas: las adventicias, las facticias y las innatas. Las adventicias son aquellas ideas que parecen venir y representar algo del exterior, pero no se nos presentan en nuestra mente con claridad y distinción, que son los requisitos que impone Descartes como garantes de la veracidad de una idea, que sería, entonces, una intuición. Por lo tanto, podemos dudar de las ideas adventicias: puede que no representen nada real, es decir, puede que sean falsas. Las ideas facticias son aquellas que nosotros podemos crear, hacer. Pero estas tampoco son intuiciones, por lo que no tenemos ninguna seguridad de que representen algo real fuera de nuestra mente. Así que Descartes también las rechaza como fuente fiable de conocimiento. Finalmente, las ideas innatas son aquellas que parece que las tenemos desde nuestro nacimiento, que siempre han estado en nuestra mente. Descartes pone como ejemplo de ideas innatas la idea de infinito y la idea de perfección. Estas no pueden ser ideas adventicias, porque no hay nada infinito ni perfecto que podamos captar del exterior. Tampoco pueden ser facticias, dado que la causa ha de ser mayor o, al menos, igual a su efecto, y nosotros no somos ni infinitos ni perfectos. Es decir, exceden la capacidad humana de crear ideas. Siguiendo la argumentación de Descartes, el único ser capaz de crear tales ideas es Dios, que es quien las habría introducido en nuestra mente. Considerando este tipo de ideas, sí que hay similitudes entre Descartes y Platón, pues ambos defienden la existencia de conceptos absolutamente verdaderos. Además, al estar ambos muy influidos por el pensamiento matemático, geométrico, también confían en el poder de la deducción lógica para alcanzar la verdad.
Con René Descartes, explicando su teoría del conocimiento, expuesta en las Reglas para la dirección del espíritu y en El Mundo o Tratado de la luz y, en la medida de lo posible, estableciendo diferencias y similitudes con Platón.
Con David Hume, explicando que este también utiliza el término idea, pero lo entiende de manera diferente. Hume no tiene la concepción platónica de que las ideas son esencias o conceptos inmutables, eternos, universales y perfectamente objetivos, que son la verdadera realidad. Para Hume, las ideas son representaciones mentales, copias de nuestras impresiones sensibles, que no podemos asegurar que remitan o procedan de nada externo a nuestra mente. Hume defiende que todo nuestro conocimiento procede de la experiencia, de nuestras percepciones, y distingue dos tipos: las impresiones y las ideas. Las impresiones son los datos que recibimos por medio de los sentidos, mientras que las ideas son meras copias, siempre menos vívidas y fuertes, de esas impresiones. No obstante, teniendo en cuenta cuál es el fundamento de conocimiento para cada uno (las Ideas para Platón, las impresiones para Hume), el grado de confianza que podemos tener en las ideas de nuestra mente es similar para Platón y Hume. Si Platón establece diferentes grados de conocimiento dependiendo de la cercanía de nuestras experiencias mentales a las Ideas, la verdadera realidad, Hume solo acepta como verdaderas aquellas ideas que procedan efectivamente de impresiones, y no de la imaginación o la fantasía. A partir de esto, Hume distingue dos tipos de conocimiento bien diferenciados: las relaciones entre ideas y las cuestiones de hecho. Las relaciones entre ideas son juicios que formamos relacionando ideas abstractas y simples, como las lógicas y matemáticas, siguiendo el principio de no contradicción. Estos juicios, según Hume, son siempre verdaderos, lo cual podemos establecer sin recurrir a la experiencia. Las cuestiones de hecho son juicios que formamos relacionando ideas que tenemos sobre el mundo. La verdad de estos juicios, según Hume, es contingente, es decir, puede cambiar porque depende de las circunstancias, así que solo la podemos establecer mediante la experiencia. En todo caso, estos juicios tienen que estar formados por verdaderas ideas, esto es, verdaderas copias de impresiones sensibles. Cualquier apelación a algo trascendente es fruto, según Hume, de la fantasía o imaginación. Esa es la razón por la que rechaza la metafísica.
Con Immanuel Kant, destacando que este toma precisamente como referencia las Ideas platónicas para hablar de sus ideas de la razón: alma, mundo y Dios. Para Platón, las Ideas son formas conceptuales absolutas, inmutables, universales y objetivas que sirven de canon o modelo de las cosas del mundo sensible. Es decir, están en un plano de realidad completamente separado del de las cosas materiales. No obstante, están de alguna manera en nuestro interior, en nuestra alma, en nuestra razón, haciendo posible que identifiquemos y relacionemos las cosas que percibimos. Del mismo modo, alma, mundo y Dios, las tres substancias cartesianas, de las que se ocupa la metafísica o filosofía, son para Kant ideas que tiene nuestra razón de manera totalmente a priori, es decir, independiente de la experiencia. Kant también encuentra formas a priori en la sensibilidad, el espacio y el tiempo y, en el entendimiento, las doce categorías o conceptos puros. Pero tanto en la sensibilidad como el entendimiento, esas formas a priori reciben cierta materia empírica y, por eso, contribuyen a percibirla y entenderla. En la sensibilidad, el espacio y el tiempo dan forma al caos de sensaciones que recibimos por medio de los sentidos, dando lugar a nuestra percepción de fenómenos o intuiciones empíricas. En el entendimiento, las doce categorías se aplican sobre los fenómenos percibidos, lo que nos permite crear conceptos empíricos. El problema con el que se encuentra Kant es que las ideas de la razón no tienen ningún correlato empírico, esto es, no hay ningún contenido de experiencia que encaje en ellas sin que surjan contradicciones. En este punto Kant se opone radicalmente a Platón, pues niega que el alma, el mundo y Dios sean realidades ontológicas externas al ser humano por mucho que estén en nuestra razón. Esa es la razón por la que, según Kant, la metafísica no es posible como ciencia. No obstante, las ideas de la razón sí que tendrían alguna función epistémica, funcionando como ideas límite, inalcanzables, pero que nos empujarían a avanzar en el conocimiento.
Con Friedrich Nietzsche, destacando su crítica a la ontología platónica. Para Platón, las Ideas, esas formas o conceptos esenciales eternos, inmutables, universales, absolutos y objetivos que sirven de canon o modelo a las cosas materiales son la verdadera realidad. Nietzsche no puede estar en mayor desacuerdo. Para Nietzsche, las Ideas tal y como las entiende Platón no son más que ilusiones metafóricas que niegan el devenir caótico de la realidad sensible. Nietzsche apunta a la cobardía de Platón al construir esa realidad paralela en la que todo es estático, rígido, cuadriculado, racional e inteligible, pues no sería más que un reflejo de todo lo que Platón no soporta del mundo: su devenir, flexibilidad, multiplicidad, irracionalidad, vida. Al no ser el mundo el lugar precedible y pleno de sentido en el que estaría tranquilo, Platón invierte el orden de lo real y construye el mundo de las Ideas. A este sí lo dota de pleno de sentido y hace que el sensible dependa, participe de él. El mecanismo que utiliza Platón para construir ese mundo antivital se basa, según Nietzsche, en el olvido del carácter metafórico del concepto. Nietzsche sostiene que todos los conceptos no son más que metáforas que han cristalizado y se han reificado a lo largo del tiempo, olvidando que son construcciones humanas y que, por tanto, las podemos modificar, transformar, eliminar y crear otras nuevas. Así, por ejemplo, el concepto platónico de Bien no es una esencia con existencia ontológica totalmente independiente del ser humano, sino una creación de alguien, Platón, que rechaza la posibilidad del mal, del sufrimiento, del dolor y que, tras crear ese concepto, se olvida de que es obra suya para entronizarlo como algo completamente trascendente, anterior a todo y verdaderamente real. De esta manera, denuncia Nietzsche, Platón no solo crea un mundo que niega la vida tal y como es, con todo su devenir, crueldad, sinsentido y absurdo, sino que también niega la capacidad creativa, artística, creadora de sentido del ser humano.