KARL MARX (1818 – 1883)

Biografía

Karl Marx nació en 1818 en Tréveris, una ciudad de Renania que pertenecía al reino de Prusia. Su padre, de origen judío, se había convertido al protestantismo y educó a su hijo en un ambiente liberal y crítico con el autoritarismo prusiano. El tiempo en que vivió Marx estuvo marcado por la Restauración, es decir, la reacción conservadora contra la Revolución francesa. En toda Europa se restablecieron el absolutismo, la aristocracia y las viejas tradiciones, frenando el avance del liberalismo. En Prusia la represión fue especialmente dura: el gobierno controlaba con una fuerte censura la prensa, perseguía a los intelectuales críticos y mantenía estructuras feudales casi intactas. La burguesía apenas tenía poder y la industria estaba poco desarrollada. Por eso, al principio, la oposición al régimen era sobre todo intelectual.

Dos movimientos destacaron en esa oposición: los escritores de la corriente llamada «Joven Alemania», como el poeta Heinrich Heine, y los filósofos de la Izquierda hegeliana, un grupo de discípulos críticos de Hegel. Ambos grupos se limitaban a publicar críticas teóricas en revistas de corta duración, pero hacia 1848 prácticamente habían desaparecido. Mientras tanto, las ideas socialistas tardaron en calar en Alemania: solo a partir de 1860 empezaron a difundirse entre los trabajadores, y en 1863 Ferdinand Lassalle fundó la primera gran asociación obrera alemana.

En este contexto se formó Marx. Estudió Derecho en Bonn y en Berlín, aunque pronto se orientó hacia la filosofía, convencido de que «sin un sistema filosófico no se puede entender nada». Se apasionó por Hegel, pero desde una perspectiva crítica, integrándose en el círculo de la izquierda hegeliana conocido como el «Club de los Doctores», animado por Bruno Bauer. En 1841 se doctoró en Jena con una tesis sobre el materialismo de Demócrito y Epicuro.

Ese mismo año Marx quedó fascinado por la obra de Ludwig Feuerbach La esencia del cristianismo, que combinaba materialismo y crítica de la religión. Poco después comenzó a colaborar en la Gaceta del Rin, un periódico liberal en el que escribió sobre problemas sociales concretos, como la pobreza de los viñadores de Mosela o el derecho a recoger leña en los bosques. Aun declarando que no era comunista, sus artículos mostraban ya una creciente preocupación por la cuestión social. La censura acabó prohibiendo el periódico, lo que obligó a Marx a exiliarse.

En 1843 se instaló en París, donde se relacionó con exiliados alemanes, socialistas y revolucionarios, y conoció a Friedrich Engels, que sería su colaborador inseparable. También trató a pensadores y activistas como Heine, Proudhon, Blanc o Bakunin. Expulsado de Francia, marchó a Bruselas, donde continuó su intensa actividad intelectual y política. En 1847 ingresó en la «Liga de los Comunistas» y, junto a Engels, redactó el Manifiesto del Partido Comunista (1848).

Ese mismo año estalló la Revolución de 1848, impulsada por sectores burgueses radicales que contaron con el apoyo del proletariado. El fracaso de la revolución provocó una dura reacción de los gobiernos europeos. Marx regresó a Alemania, dirigió en Colonia la Nueva Gaceta del Rin, y finalmente tuvo que exiliarse definitivamente a Londres en 1849.

En Londres, Marx conoció directamente la realidad del capitalismo industrial más desarrollado y trabajó durante años en la biblioteca del British Museum, a pesar de la pobreza y de sus frecuentes enfermedades. Fue uno de los fundadores de la Primera Internacional (1864), apoyó la Comuna de París (1871) y se convirtió en una referencia central del movimiento obrero europeo.

Marx murió en Londres el 14 de marzo de 1883. Su inseparable amigo Engels le sobrevivió hasta 1895, ocupándose de publicar los volúmenes póstumos de El Capital.

 

Basado en Tejedor Campomanes, C. (1986). Historia de la filosofía en su marco cultural (ed. COU). Madrid.

 

Obras

La primera obra importante de Marx es su tesis doctoral, titulada Diferencia entre la filosofía de la naturaleza en Demócrito y Epicuro (1841). Aunque se trataba de un texto académico, en ella ya se vislumbra una preocupación que después recorrerá toda su obra: la libertad del ser humano frente a determinaciones externas. Marx analiza cómo entendían la naturaleza estos dos filósofos griegos, y muestra preferencia por Epicuro porque, frente al determinismo rígido de Demócrito, introduce la idea del «clinamen» o desviación impredecible del átomo. Esto, según Marx, abre un espacio para la libertad y la acción humana. Aunque se mueve todavía en el terreno filosófico, en esta obra ya se insinúa su futura crítica a las visiones que reducen al ser humano a un simple engranaje pasivo de las fuerzas externas.

En 1843 escribe en los Anales franco-alemanes textos de crítica política. Ese mismo año redacta la Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, en la que cuestiona el modo en que Hegel justificaba el Estado moderno, especialmente el Estado prusiano. Según Marx, Hegel invertía la relación real: en lugar de partir de los individuos concretos y sus condiciones materiales de vida, ponía al Estado como principio supremo y casi absoluto. Para Marx, esa visión ocultaba la verdadera función del Estado, que era mantener las desigualdades y el dominio de una clase sobre otra. Ese mismo año escribe Sobre la cuestión judía, donde aborda el problema de la emancipación. Marx distingue entre emancipación política, que garantiza derechos formales como la igualdad ante la ley, y emancipación humana, que exige una transformación radical de las condiciones materiales de existencia. Su tesis es que los derechos políticos no bastan si no cambian las estructuras económicas que producen explotación.

En 1844, en París, redacta los Manuscritos económico-filosóficos. En ellos desarrolla una crítica al capitalismo en términos humanistas. Describe cómo el trabajador se encuentra alienado porque, en lugar de reconocerse en su actividad, se siente extraño a lo que produce. El fruto de su trabajo pertenece al capitalista, y el obrero queda reducido a una pieza en el proceso de producción. Marx sostiene que esta alienación no solo afecta al trabajo, sino también a la relación del ser humano con los demás y consigo mismo. Aquí aparece la idea central de que la economía capitalista deshumaniza.

En 1845, junto a Engels, escribe La sagrada familia, una obra dirigida contra los jóvenes hegelianos. Ambos critican que estos filósofos se quedaban en discusiones teóricas sobre la conciencia y la religión, sin atender a las verdaderas condiciones sociales y materiales que determinan la vida. Ese mismo año, Marx redacta las célebres Tesis sobre Feuerbach. En ellas se distancia de Ludwig Feuerbach, quien había criticado la religión como una proyección humana, pero seguía concibiendo al ser humano de manera abstracta. Marx insiste en que lo humano solo puede entenderse en su práctica social. La última tesis resume el espíritu de todo el texto: «los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo».

En 1846, Marx y Engels escriben La ideología alemana, que no se publicará en vida de Marx. En esta obra formulan su teoría del materialismo histórico. Afirman que no es la conciencia la que determina la vida, sino que son las condiciones materiales de producción las que determinan la conciencia. Las ideas, las religiones y las filosofías son parte de una superestructura que depende de la base económica. Este texto constituye el núcleo de su concepción de la historia como lucha de clases.

En 1847 publica Miseria de la filosofía, un libro contra Pierre-Joseph Proudhon. En él critica su intento de conciliar capital y trabajo a través de reformas económicas y un idealismo abstracto. Marx defiende que el capitalismo solo puede ser superado mediante una transformación revolucionaria, y subraya que la lucha de clases es el verdadero motor de la historia. En ese mismo año, Marx y Engels se integran en la Liga de los Comunistas y reciben el encargo de redactar un programa. El resultado es el Manifiesto comunista de 1848. Esta obra, escrita con un estilo apasionado y directo, comienza con la célebre frase «Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo». En ella exponen de manera sintética la visión histórica de la sociedad como lucha de clases, describen el ascenso de la burguesía y llaman a los proletarios de todo el mundo a unirse. El Manifiesto se convierte en uno de los textos políticos más influyentes de la historia contemporánea.

Tras el fracaso de las revoluciones de 1848, Marx se exilia en Londres. Allí dedica años al estudio de la economía política, investigando minuciosamente autores como Adam Smith o David Ricardo. El resultado preliminar de este trabajo es la Contribución a la crítica de la economía política (1859), donde introduce una idea fundamental: la estructura económica de la sociedad constituye la base sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política. Este texto es un anticipo del análisis que llevará a cabo en su gran obra.

Finalmente, en 1867 publica el primer volumen de El Capital, donde expone su crítica sistemática al capitalismo. En este libro analiza la mercancía, el valor, la plusvalía y los mecanismos de explotación propios del sistema. Sostiene que el capital se reproduce gracias a la apropiación del trabajo excedente de los obreros, lo que conduce a crisis periódicas y a una acumulación que tiende a concentrar la riqueza en pocas manos. Los volúmenes segundo y tercero de El Capital serán publicados tras su muerte por Engels, a partir de los manuscritos que dejó. Con esta obra, Marx pretende ofrecer una explicación científica del capitalismo y al mismo tiempo fundamentar la necesidad de su superación.

 

Su filosofía

Marx y el marxismo

Definir qué es el marxismo no es una tarea sencilla. Esto se debe a dos razones principales. Primero, el término «marxismo» tiene muchos significados distintos, lo que hace difícil dar una única respuesta clara. Segundo, no está claro qué debemos considerar como «marxismo». Podríamos incluir desde las ideas originales de Karl Marx hasta las interpretaciones más recientes de su obra, que han variado según los momentos históricos y los contextos geográficos, políticos y culturales. Por ello, es necesario empezar aclarando esta complejidad.

El marxismo está profundamente ligado a las ideas teóricas y a la acción política de Karl Marx. Para entender su pensamiento es útil recordar las tres fuentes principales que, según Lenin, influyeron en su obra: la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo revolucionario francés. A estas influencias se suman la situación de los trabajadores en la sociedad industrial y los avances de las ciencias naturales. A partir de estas fuentes, podemos identificar tres significados principales del marxismo.

En primer lugar, el marxismo tiene un carácter «económico-sociológico». Esto significa que es una teoría que estudia la realidad social, especialmente la sociedad capitalista y su forma de producción. El marxismo critica la economía política y puede entenderse como una especie de «macrosociología», es decir, un análisis amplio de la sociedad. En última instancia, es una teoría sobre la historia. Así, el marxismo busca establecerse como una ciencia rigurosa.

En segundo lugar, el marxismo tiene un sentido «político». Es una práctica revolucionaria que busca transformar la estructura económica, política y social de la sociedad. Además, critica la alienación, es decir, la situación en la que las personas viven desconectadas de su verdadera naturaleza. Esta crítica se basa en una teoría sobre qué significa ser humano y cómo funciona la sociedad. El objetivo principal del marxismo, según esta perspectiva, es intervenir activamente en la historia para cambiarla. Marx expresó esta idea en su juventud con una frase poderosa: «los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diversas maneras; pero de lo que se trata es de transformarlo».

En tercer lugar, el marxismo tiene un significado «crítico-filosófico». Esto implica que cuestiona la filosofía, o al menos una cierta forma de entenderla. Marx quiso romper con las ideas filosóficas anteriores para comprender mejor la realidad, como escribió en una carta a su padre en 1837. Su crítica se dirige especialmente al idealismo de Hegel y al materialismo mecanicista de Feuerbach. Si entendemos la filosofía como la concebían los pensadores anteriores, el marxismo no sería una filosofía, sino una crítica que busca superar esa forma de pensar. Sin embargo, esto no significa que el marxismo no tenga elementos filosóficos. De hecho, incluye una ontología, es decir, una reflexión sobre la existencia y la naturaleza de las cosas. En resumen, el marxismo es una «concepción del mundo» que busca aclarar racionalmente cómo los seres humanos se relacionan con el mundo y con su propia cultura.

Además de la pregunta sobre qué es el marxismo, surge otra: qué debemos considerar como marxismo. En primer lugar, podemos hablar del marxismo como la obra de Karl Marx. Según Engels, en su libro Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, el marxismo está ligado principalmente al nombre de Marx, ya que fue él quien desarrolló las ideas más importantes de esta corriente. Sin Marx, el marxismo no sería lo que es hoy.

También podemos considerar como marxismo la obra de Marx junto con la de Engels. Este último intentó organizar y completar las ideas de Marx, desarrollando una teoría no solo sobre la sociedad y la historia, sino también sobre la naturaleza. A esto se le llama «materialismo dialéctico».

Por último, el marxismo incluye interpretaciones más recientes. Por ejemplo, lo que se conoce como «escolástica soviética», que surge a partir de las ideas de Lenin, o las diferentes «lecturas» modernas del marxismo. Entre estas están la interpretación «científico-estructural» de Althusser, la visión existencialista de Sartre, que ve el marxismo como una «antropología de la revolución», según Habermas en Teoría y praxis, o la perspectiva de la Escuela de Frankfurt, que lo entiende como una «teoría crítica de la sociedad». También destacan las reflexiones de autores como Lukács, Bloch y Gramsci, quienes reinterpretaron el marxismo de manera original.

El ser humano para Marx

La concepción de Marx sobre qué es el ser humano se puede explicar en cinco ideas fundamentales. La primera idea es que el hombre es un ser natural humano. Esto significa que tiene características propias de la naturaleza, como ser activo, capaz de actuar y cambiar su entorno. Sin embargo, también es pasivo porque tiene necesidades que debe satisfacer y, al ser corpóreo y sensible, está conectado con los objetos reales de la naturaleza. Además, el hombre mismo es un objeto para otros seres o realidades. Esto lo convierte en un ser completamente natural, lo que Marx llama el naturalismo del hombre. Él lo explica en un pasaje algo denso: un ser que no tiene su naturaleza fuera de sí no es natural, no forma parte de la naturaleza. Un ser sin objetos externos no es objetivo. Un ser que no es objeto para otro no actúa de manera objetiva, y un ser no objetivo es un no ser, algo absurdo. Esto aparece en los Manuscritos (edición citada, página 195). Como ser natural humano, el hombre no tiene una naturaleza fija desde el principio. En cambio, se construye a sí mismo a través de su vida y se comprende mientras se va haciendo humano. Marx dice que la historia es como el nacimiento consciente del hombre. En sus palabras, la historia es la verdadera Historia Natural del hombre, un proceso donde la naturaleza se transforma en humanidad (Manuscritos, páginas 196 y 153).

La segunda idea es que la esencia del hombre está en la producción, entendida como una actividad práctica que crea cosas. Marx prefiere el término producción al de trabajo. Esta actividad es lo que distingue al hombre de los animales. No es la religión, como pensaba Feuerbach, ni la autoconciencia, como decía Hegel. El hombre se diferencia de los animales cuando empieza a producir lo que necesita para vivir, como comida o herramientas. Esto lo escribe Marx en La Ideología alemana (página 19). La producción, o praxis, es el núcleo no solo del ser humano, sino de toda la realidad. Esta actividad se refleja en todas las facetas de la vida del hombre. Por ejemplo, a través de la producción, el hombre se relaciona con el mundo y la realidad. También, mediante la producción, desarrolla su existencia en la historia, que es un proceso práctico y real. Además, la producción da forma a toda la vida social. Marx dice que toda vida social es esencialmente práctica (Tesis sobre Feuerbach, VIII). La producción también es la base para entender el conocimiento, la verdad y el valor de las teorías. Según Marx, saber si el pensamiento humano es verdadero no es una cuestión teórica, sino práctica (Tesis sobre Feuerbach, II). Por último, la producción resuelve tanto problemas reales como cuestiones falsas. Estas soluciones no son solo técnicas, sino también teóricas. En la práctica, el hombre demuestra la verdad y el poder de su pensamiento. Los misterios que llevan al misticismo se resuelven racionalmente en la práctica humana y en su comprensión (Tesis sobre Feuerbach, II y VIII).

La tercera idea es que el hombre no solo es sociable, sino que solo puede existir y desarrollarse dentro de la sociedad. Esto va en contra de pensadores como Hobbes o Rousseau, que ponían al individuo por encima de la sociedad. Para Marx, el ser individual del hombre depende de la sociedad. Él lo describe como un zoon politikon, un animal político en el sentido más literal. El hombre no es solo sociable, sino que necesita la sociedad para ser quien es. Esto lo escribe en el Prólogo a Contribución a la crítica de la economía política (Comunicación, Madrid, 1970, página 248).

La cuarta idea es que la naturaleza del hombre está en producir su propia vida. Esta producción lo define en dos relaciones. Por un lado, está su relación con la naturaleza, que es una relación natural. Por otro, está su relación con otros hombres y con la sociedad, que es una relación social. Marx explica que el ser de los hombres es su proceso de vida real (La ideología alemana, página 26).

La quinta idea, que resume las anteriores, es que la esencia del hombre es el conjunto de las relaciones sociales en las que vive. Esto lo dice Marx en las Tesis sobre Feuerbach (VI).

Estas cinco ideas muestran dos aspectos importantes. Primero, la naturaleza del hombre explica los puntos mencionados al inicio, en los apartados a), b) y c). Además, se aclara que la alienación del hombre surge de una estructura histórica, económica y social específica. Esto ocurre porque el hombre es un ser histórico. Segundo, el hombre es un sujeto único y fundamental, pero también es relacional y un resultado. Esto significa que el hombre es el producto de las relaciones sociales en las que está inmerso. Estos puntos, especialmente el último, plantean el significado del humanismo marxista. También abren la pregunta de cómo explicar la sociedad y la historia desde una teoría científica. Esto lleva al problema del materialismo histórico, que es una teoría científica de la historia. El humanismo marxista y el materialismo histórico están muy conectados. Primero, veamos qué significa el humanismo.

 

 

Basado en Tejedor Campomanes, C. (1986). Historia de la filosofía en su marco cultural (ed. COU). Madrid y en Navarro Cordón, J. M., & Calvo Martínez, T. (1988). Historia de la filosofía. Madrid.

 

Apuntes para clase

El cuarto estado (1901). Giuseppe Pellizza da Volpedo

 

LA FILOSOFÍA CLÁSICA ALEMANA

CRÍTICA AL IDEALISMO DE GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL

  • el concepto de realidad hegeliano
    • para Hegel “lo que es racional es real y lo que es real es racional”: la razón es la esencia de la realidad, por lo que ésta es reductible a la razón de dos formas:
      • la realidad (incluyendo la social y política) es Razón, es racional [así justifica el orden social en que vive: construcción del Estado prusiano]
      • la Razón, como sujeto, origina, rige y determina los diferentes objetos de la realidad, conformando un sistema
    • consecuencias del concepto hegeliano de realidad
      • para Hegel la Historia está regida por la Razón, desarrollando progresivamente la libertad, cuya consumación es el Estado, y permitiendo la plena realización del hombre
      • para Hegel la esencia o naturaleza del ser humano es la autoconciencia
      • para Hegel el saber y la filosofía son teorías y especulaciones que tienen lugar cuando la realidad ya ha cumplido y terminado su proceso de formación
    • Marx contra Hegel
      • Marx rechaza el idealismo hegeliano: la acción de la Razón en la Historia es una acción imaginaria de sujetos imaginarios. Le opondrá su materialismo
      • Para Marx la existencia del proletariado (falsedad, injusticia, esclavitud) niega la razón
      • Marx propondrá la superación de la filosofía (a la que considera ideología) y la mostración de que el saber no es primordialmente teoría, sino praxis
    • Marx con Hegel
      • la dialéctica es el único método capaz de demostrar una ley del desarrollo social
        • la base de todo cambio es su necesidad o “inevitabilidad”
        • la fuerza impulsora del cambio social es la lucha dialéctica (para Marx entre clases sociales) y el factor determinante es el poder (para Marx el poder económico)

 

CRÍTICA AL MATERIALISMO DE LUDWIG FEUERBACH

  • características del materialismo de Feuerbach
    • es un materialismo mecanicista: la naturaleza se explica por medio de causas mecánicas
    • el movimiento de la realidad material consiste en la perpetua repetición de lo mismo
    • el hombre es un ser tan solo contemplativo
  • Marx contra Feuerbach
    • el materialismo no es mecanicista, sino dialéctico (lucha)
    • la Historia no es repetitiva, sino que hay un desarrollo histórico
    • el hombre no es solo contemplativo, sino también sensorial, práctico

 

LA POLÍTICA REVOLUCIONARIA FRANCESA Y SU SOCIALISMO. LA TRANSFORMACIÓN DE LA REALIDAD SOCIAL

EL HUMANISMO MARXISTA

  • triple significado:
    • en tanto critica la alienación y cosificación del hombre, el humanismo marxista defiende la libertad, racionalidad y personeidad del hombre (ideal racionalista-ilustrado del hombre)
    • en tanto niega la existencia de un ser superior (Dios), defiende la primacía, suficiencia y autonomía del hombre en su autorrealización
    • en tanto considera al hombre como el sujeto de la Historia, el hombre se convierte en el principio explicativo de la teoría de la Historia, pues le caracteriza el trabajo, la producción (la transformación de la naturaleza) y su esencia comunal, comunitaria (vs. individual)

 

LA ALIENACIÓN

  • el concepto de alienación viene de Hegel, pero en sentido general hace referencia al estado en el cual una realidad se halla fuera de sí (enajenación) en contraposición al ser en sí (estado de libertad)
  • formas de alienación:
    • para Marx la alienación fundamental en el sistema productivo capitalista es la económica
      • el trabajador es desposeído, negado, alienado, se pierde a sí mismo en tanto que le es enajenado el producto de su trabajo, que se presenta como algo extraño, independiente de él, pues le pertenece al capitalista, aun cuando la acción productiva del trabajador ha quedado cristalizada en el producto
      • el trabajador es deshumanizado en tanto se convierte en una mercancía, en un factor productivo más, y no como el único que aporta valor al crear el producto
    • la alienación económica es ocultada por la ideología y promueve otras formas de alienación:
      • alienación social: división de la sociedad en clases (dueños de los medios de producción, los capitalistas, que pueden producir lo que deseen vs. proletariado, que solo poseen su fuerza productiva)
      • alienación política: división entre sociedad civil (no poseen poder político) y Estado (poseen poder político)
      • tales alienaciones segregan un conjunto de representaciones ideológicas que tienden a justificar y ocultar la situación real a través de:
        • la alienación religiosa: mantiene la estructura socioeconómica valorando la resignación, justificando trascendentemente la injusticia social y buscando compensación en un más allá
        • la alienación filosófica: sólo interpreta teóricamente la realidad y, además, falsamente

 

EL CONCEPTO DE IDEOLOGÍA

  • tres tesis fundamentales:
    • lo que piensan los hombres es un producto de la sociedad en que viven
    • la ideología es un conjunto de ideas falsas y falsificadoras de la realidad y de las condiciones en que se desarrolla la vida de los hombres
    • los contenidos ideológicos no tienen realidad propia, por lo que no tienen historia ni desarrollo propios
  • es necesario ejercer una crítica de la conciencia ideológica para alumbrar un cuerpo teórico sobre las estructuras y leyes de la sociedad y de la Historia
    • el conocimiento de la situación de conciencia ideologizada y de existencia alienada es condición necesaria para acabar con la ideología y la alienación
    • pero toda teoría ha de ser práctica: llevará a la crítica práctica

 

LA ECONOMÍA POLÍTICA INGLESA. CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA

MATERIALISMO Y DIALÉCTICA

  • el concepto marxista de “dialéctica”
    • la realidad es un proceso; una totalidad dinámica de elementos interrelacionados
      • hay que materializar la dialéctica hegeliana, darle la vuelta
      • la naturaleza no es producto de algo previo (Razón, Espíritu), sino que es originaria e inmediata
    • los tres pasos de la dialéctica:
      • Marx parte de una totalidad material (v. gr. la sociedad de clases) o tesis
      • esa totalidad encierra un carácter negativo o contradictorio de lo real, una contradicción material (no lógica, racional) que, cuando sale a la luz, niega la totalidad existente, formando una antítesis
        • la superación de la contradicción consiste en negarla transformando la estructura y el orden real contradictorio en uno nuevo
      • la lucha o tensión entre tesis y antítesis se resuelve en una síntesis superadora de esa tensión, así como de las contradicciones que la propiciaron
        • no obstante, esa síntesis es, a su vez, una nueva tesis, con sus propias contradicciones, que propiciarán otra antítesis y síntesis, etc. hasta el final de la historia con la última síntesis-tesis sin contradicciones
  •  el concepto marxista de “materialismo”
    • la naturaleza y el hombre están dialécticamente relacionados
      • la realidad es el proceso dialéctico real de producción: el trabajo o acción productiva (transformadora) del hombre en y con la naturaleza
    • solo cabe una teoría, una ciencia: la ciencia de la Historia
      • la ciencia de la Historia trata cómo la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan recíprocamente
      • el materialismo de Marx es histórico

 

LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA

  • la Historia se reduce en último término a la sucesión de los diferentes modos de producción, al proceso real de producción de cada época
  • conceptos fundamentales del proceso real de producción:
    • fuerzas productivas: capacidad de producción o trabajo real de los hombres
    • relaciones de producción: relaciones entre los propietarios de los medios de producción y los productores directos en un proceso de producción determinado
    • estructura económica o infraestructura: el fundamento y aquello que condiciona todo el proceso de producción, incluyendo la ideología o sobreestructura
      • está constituida por las fuerzas productivas y las relaciones de producción
    • superestructura o sobreestructura: conjunto de representaciones o ideas que configuran la conciencia (religión y filosofía) así como las estructuras jurídicas y políticas de las que se sirve la infraestructura
    • modo de producción: totalidad social global (tanto la estructura económica como la política e ideológica)
    • revolución social: destrucción y transformación de unas determinadas relaciones de producción con la consiguiente subversión de la superestructura
  • tesis fundamentales de la concepción materialista de la Historia
    • la Historia consiste en el proceso real de la producción material de la vida
    • el motor de la Historia es la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción: la lucha de clases
    • la Historia se dirige a la desaparición de las clases y la instauración del comunismo
      • tal marcha de la Historia necesita de la acción del proletariado
      • se pondrá fin a las alienaciones, permitiendo la realización total del hombre

 

Texto

KARL MARX, La ideología alemana.

Introducción. Apartado A, [1] Historia
Tratándose de los alemanes, situados al margen de toda premisa, debemos comenzar señalando que la primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen para “hacer historia”, en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hace falta comer, beber, alojarse bajo un techo, vestirse y algunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir, la producción de la vida material misma, y no cabe duda de que es éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia, que lo mismo hoy que hace miles de años, necesita cumplirse todos los días y a todas horas, simplemente para asegurar la vida de los hombres. Y aun cuando la vida de los sentidos se reduzca al mínimo, a lo más elemental, como en San Bruno, este mínimo presupondrá siempre, necesariamente, la actividad de la producción. Por consiguiente, lo primero, en toda concepción histórica, es observar este hecho fundamental en toda su significación y en todo su alcance y colocarlo en el lugar que le corresponde. Cosa que los alemanes, como es sabido, no han hecho nunca, razón por la cual la historia jamás ha tenido en Alemania una base terrenal ni, consiguientemente, ha existido nunca aquí un historiador. Los franceses y los ingleses, aun cuando concibieron de un modo extraordinariamente unilateral el entronque de este hecho con la llamada historia, ante todo mientras estaban prisioneros de la ideología política, hicieron, sin embargo, los primeros intentos encaminados a dar a la historiografía una base materialista, al escribir las primeras historias de la sociedad civil, del comercio y de la industria.
Lo segundo es que la satisfacción de esta primera necesidad, la acción de satisfacerla y la adquisición del instrumento necesario para ello conduce a nuevas necesidades, y esta creación de necesidades nuevas constituye el primer hecho histórico. Y ello demuestra inmediatamente de quién es hija espiritual la gran sabiduría histórica de los alemanes, que, cuando les falta el material positivo y no vale chalanear con necedades políticas ni literarias, no nos ofrecen ninguna clase de historia, sino que hacen desfilar ante nosotros los “tiempos prehistóricos”, pero sin detenerse a explicarnos cómo se pasa de este absurdo de la “prehistoria” a la historia en sentido propio, aunque es evidente, por otra parte, que sus especulaciones históricas se lanzan con especial fruición a esta “prehistoria” porque en ese terreno creen hallarse a salvo de la injerencia de los “toscos hechos” y, al mismo tiempo, porque aquí pueden dar rienda suelta a sus impulsos especulativos y proponer y echar por tierra miles de hipótesis.
El tercer factor que aquí interviene de antemano en el desarrollo histórico es el de que los hombres que renuevan diariamente su propia vida comienzan al mismo tiempo a crear a otros hombres, a procrear: es la relación entre hombre y mujer, entre padres e hijos, la familia. Esta familia, que al principio constituye la única relación social, más tarde, cuando las necesidades, al multiplicarse, crean nuevas relaciones sociales y, a su vez, al aumentar el censo humano, brotan nuevas necesidades, pasa a ser (salvo en Alemania) una relación secundaria y tiene, por tanto, que tratarse y desarrollarse con arreglo a los datos empíricos existentes, y no ajustándose al “concepto de la familia” misma, como se suele hacer en Alemania.
Por lo demás, estos tres aspectos de la actividad social no deben considerarse como tres fases distintas, sino sencillamente como eso, como tres aspectos o, para decirlo a la manera alemana, como tres “momentos” que han existido desde el principio de la historia y desde el primer hombre y que todavía hoy siguen rigiendo en la historia.
La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación, se manifiesta inmediatamente como una doble relación: de una parte, como una relación natural, y de otra como una relación social; social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos, cualesquiera que sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se desprende que un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación o una determinada fase social, modo de cooperación que es, a su vez, una “fuerza productiva”; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por tanto, la “historia de la humanidad” debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio.
Pero, asimismo es evidente que en Alemania no se puede escribir este tipo de historia, ya que los alemanes carecen, no sólo de la capacidad de concepción y del material necesarios, sino también de la “certeza adquirida” a través de los sentidos, y que de aquel lado del Rin no es posible reunir experiencias, por la sencilla razón de que allí no ocurre ya historia alguna. Se manifiesta, por tanto, ya de antemano, una conexión materialista de los hombres entre sí, condicionada por las necesidades y el modo de producción y que es tan vieja como los hombres mismos; conexión que adopta constantemente nuevas formas y que ofrece, por consiguiente, una “historia”, aun sin que exista cualquier absurdo político o religioso que también mantenga unidos a los hombres.
Solamente ahora, después de haber considerado ya cuatro momentos, cuatro aspectos de las relaciones históricas originarias, caemos en la cuenta de que el hombre tiene también “conciencia”. Pero, tampoco ésta es de antemano una conciencia “pura”. El “espíritu” nace ya tarado con la maldición de estar “preñado” de materia, que aquí se manifiesta bajo la forma del lenguaje. El lenguaje es tan viejo como la conciencia: el lenguaje es la conciencia práctica, la conciencia real, que existe también para los otros hombres y que, por tanto, comienza a existir también para mí mismo; y el lenguaje nace, como la conciencia, de la necesidad, de los apremios del intercambio con los demás hombres. Donde existe una relación, existe para mí, pues el animal no se “comporta” ante nada ni, en general, podemos decir que tenga “comportamiento” alguno. Para el animal, sus relaciones con otros no existen como tales relaciones. La conciencia, por tanto, es ya de antemano un producto social, y lo seguirá siendo mientras existan seres humanos. La conciencia es, ante todo, naturalmente, conciencia del mundo inmediato y sensible que nos rodea y conciencia de los nexos de los nexos limitados con otras personas y cosas, fuera del individuo consciente de sí mismo; y es, al mismo tiempo, conciencia de la naturaleza, que al principio se enfrenta al hombre como un poder absolutamente extraño, omnipotente e inexpugnable, ante el que los hombres se comportan de un modo puramente animal y que los amedrenta como al ganado; es, por tanto, una conciencia puramente animal de la naturaleza (religión natural).
Inmediatamente, vemos aquí que esta religión natural o este determinado comportamiento hacia la naturaleza se hallan determinados por la forma social, y a la inversa. En este caso, como en todos, la identidad entre la naturaleza y el hombre se manifiesta también de tal modo que el comportamiento limitado de los hombres hacia la naturaleza condiciona el limitado comportamiento de unos hombres para con otros, y éste, a su vez, su comportamiento limitado hacia la naturaleza, precisamente porque la naturaleza apenas ha sufrido aún ninguna modificación histórica. Y, de otra parte, la conciencia de la necesidad de entablar relaciones con los individuos circundantes es el comienzo de la conciencia de que el hombre vive, en general, dentro de una sociedad. Este comienzo es algo tan animal como la propia vida social en esta fase: es simplemente, una conciencia gregaria y, en este punto, el hombre sólo se distingue del carnero por cuanto su conciencia sustituye al instinto o es el suyo un instinto consciente. Esta conciencia gregaria o tribal se desarrolla y perfecciona después, al aumentar la producción, al acrecentarse las necesidades y al multiplicarse la población, que es el factor sobre que descansan los dos anteriores. De este modo se desarrolla la división del trabajo, que originariamente no pasaba de la división del trabajo en el acto sexual y, más tarde, de una división del trabajo introducida de un modo “natural” en atención a las dotes físicas (por ejemplo, la fuerza corporal), a las necesidades, las coincidencias fortuitas, etc. etc. La división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. Desde este instante, puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin representar algo real; desde este instante, se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría “pura”, de la teología “pura”, la filosofía y la moral “puras”, etc. Pero, aun cuando esta teoría, esta teología, esta filosofía, esta moral, etc., se hallen en contradicción con las relaciones existentes, esto sólo podrá explicarse porque las relaciones sociales existente se hallan, a su vez, en contradicción con la fuerza productiva existente; cosa que, por lo demás, dentro de un determinado círculo nacional de relaciones, podrá suceder también a pesar de que la contradicción no se dé en el seno de esta órbita nacional, sino entre esta conciencia nacional y la práctica de otras naciones; es decir, entre la conciencia nacional y general de una nación. Por lo demás, es de todo punto indiferente lo que la conciencia por sí solo haga o emprenda, pues de toda esta escoria sólo obtendremos un resultado, a saber: que estos tres momentos, la fuerza productora, el estado social y la conciencia, pueden y deben necesariamente entrar en contradicción, entre sí, ya que, con la división del trabajo, se da la posibilidad, más aún, la realidad de que las actividades espirituales y materiales, el disfrute y el trabajo, la producción y el consumo, se asignan a diferentes individuos, y la posibilidad de que no caigan en contradicción reside solamente en que vuelva a abandonarse la división del trabajo. Por lo demás, de suyo se comprende que los “espectros”, los “nexos”, los “entes superiores”, los “conceptos”, los “reparos”, no son más que la expresión espiritual puramente idealista, la idea aparte del individuo aislado, la representación de trabas y limitaciones muy empíricas dentro de las cuales se mueve el modo de producción de la vida y la forma de intercambio congruente con él.
Con la división del trabajo, que lleva implícitas todas estas contradicciones y que descansa, a su vez, sobre la división natural del trabajo en el seno de la familia y en la división de la sociedad en diversas familias contrapuestas, se da, al mismo tiempo, la distribución y, concretamente, la distribución desigual, tanto cuantitativa como cualitativamente, del trabajo y de sus productos; es decir, la propiedad, cuyo primer germen, cuya forma inicial se contiene ya en la familia, donde la mujer y los hijos son los esclavos del marido. La esclavitud, todavía muy rudimentaria, ciertamente, latente en la familia, es la primera forma de propiedad, que, por lo demás, ya aquí corresponde perfectamente a la definición de los modernos economistas, según la cual es el derecho a disponer de la fuerza de trabajo de otros. Por lo demás, división del trabajo y propiedad privada son términos idénticos: uno de ellos dice, referido a la esclavitud, lo mismo que el otro, referido al producto de ésta.
La división del trabajo lleva aparejada, además, la contradicción entre el interés del individuo concreto o de una determinada familia y el interés común de todos los individuos relacionados entre sí, interés común que no existe, ciertamente, tan sólo en la idea, como algo “general”, sino que se presenta en la realidad, ante todo, como una relación de mutua dependencia de los individuos entre quienes aparece dividido el trabajo. Finalmente, la división del trabajo nos brinda ya el primer ejemplo de cómo, mientras los hombres viven en una sociedad natural, mientras se da, por tanto, una separación entre el interés particular y el interés común, mientras las actividades, por consiguiente, no aparecen divididas voluntariamente, sino por modo natural, los actos propios del hombre se erigen ante él en un poder ajeno y hostil, que lo sojuzga, en vez de ser él quien los domine. En efecto, a partir del momento en que comienza a dividirse el trabajo, cada cual se mueve en un determinado círculo exclusivo de actividades, que le es impuesto y del que no puede salirse; el hombre es cazador, pescador, pastor o crítico crítico, y no tiene más remedio que seguirlo siendo, si no quiere verse privado de los medios de vida; al paso que en la sociedad comunista, donde cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos. Esta plasmación de las actividades sociales, esta consolidación de nuestros propios productos en un poder material erigido sobre nosotros, sustraído a nuestro control, que levanta una barrera ante nuestra expectativa y destruye nuestros cálculos, es uno de los momentos fundamentales que se destacan en todo el desarrollo histórico anterior, y precisamente por virtud de esta contradicción entre el interés particular y el interés común, cobra el interés común, en cuanto Estado, una forma propia e independiente, separada de los reales intereses particulares y colectivos y, al mismo tiempo, como una comunidad ilusoria, pero siempre sobre la base real de los vínculos existentes, dentro de cada conglomerado familiar y tribal, tales como la carne y la sangre, la lengua, la división del trabajo en mayor escala y otros intereses y, sobre todo, como más tarde habremos de desarrollar, a base de las clases, ya condicionadas por la división del trabajo, que se forman y diferencian en cada uno de estos conglomerados humanos y entre las cuales hay una que domina sobre todas las demás.
De donde se desprende que todas las luchas que se libran dentro del Estado, la lucha entre la democracia, la aristocracia y la monarquía, la lucha por el derecho de sufragio, etc., no son sino las formas ilusorias bajo las que se ventilan las luchas reales entre las diversas clases (de lo que los historiadores alemanes no tienen ni la más remota idea, a pesar de habérseles facilitado las orientaciones necesarias acerca de ello en los Anales Franco-Alemanes y en La Sagrada Familia). Y se desprende, asimismo, que toda clase que aspire a implantar su dominación, aunque ésta, como ocurre en el caso del proletariado, condicione en absoluto la abolición de toda la forma de la sociedad anterior y de toda dominación en general, tiene que empezar conquistando el poder político, para poder presentar su interés como el interés general, cosa a que en el primer momento se ve obligada.
Precisamente porque los individuos sólo buscan su interés particular, que para ellos no coincide con su interés común, y porque lo general es siempre la forma ilusoria de la comunidad, se hace valer esto ante su representación como algo “ajeno” a ellos e “independiente” de ellos, como un interés “general” a su vez especial y peculiar, o ellos mismos tienen necesariamente que enfrentarse en esta escisión, como en la democracia. Por otra parte, la lucha práctica de estos intereses particulares que constantemente y de un modo real se enfrentan a los intereses comunes o que ilusoriamente se creen tales, impone como algo necesario la interposición práctica y el refrenamiento por el interés “general” ilusorio bajo la forma del Estado. El poder social, es decir, la fuerza de producción multiplicada, que nace por obra de la cooperación de los diferentes individuos bajo la acción de la división del trabajo, se les aparece a estos individuos, por no tratarse de una cooperación voluntaria, sino natural, no como un poder propio, asociado, sino como un poder ajeno, situado al margen de ellos, que no saben de dónde procede ni a dónde se dirige y que, por tanto, no pueden ya dominar, sino que recorre, por el contrario, una serie de fases y etapas de desarrollo peculiar e independiente de la voluntad y de los actos de los hombres que incluso dirige esta voluntad y estos actos. Con esta “enajenación”, para expresarnos en términos comprensibles para los filósofos, sólo puede acabarse partiendo de dos premisas prácticas. Para que se convierta en un poder “insoportable”, es decir, en un poder contra el que hay que sublevarse, es necesario que engendre a una masa de la humanidad como absolutamente “desposeída” y, a la par con ello, en contradicción con un mundo existente de riquezas y de cultura, lo que presupone, en ambos casos, un gran incremento de la fuerza productiva, un alto grado de su desarrollo; y, de otra parte, este desarrollo de las fuerzas productivas (que entraña ya, al mismo tiempo, una existencia empírica dada en un plano histórico-universal, y no en la vida puramente local de los hombres) constituye también una premisa práctica absolutamente necesaria, porque sin ella sólo se generalizaría la escasez y, por tanto, con la pobreza, comenzaría de nuevo, a la par, la lucha por lo indispensable y se recaería necesariamente en toda la inmundicia anterior; y, además, porque sólo este desarrollo universal de las fuerzas productivas lleva consigo un intercambio universal de los hombres, en virtud de lo cual, por una parte, el fenómeno de la masa “desposeída” se produce simultáneamente en todos los pueblos (competencia general), haciendo que cada uno de ellos dependa de las conmociones de los otros y, por último, instituye a individuos histórico-universales, empíricamente mundiales, en vez de individuos locales. Sin esto, 1º el comunismo sólo llegaría a existir como fenómeno local; 2º las mismas potencias del intercambio no podrían desarrollarse como potencias universales y, por tanto, insoportables, sino que seguirían siendo simples “circunstancias” supersticiosas de puertas adentro, y 3º toda ampliación del intercambio acabaría con el comunismo local.
El comunismo, empíricamente, sólo puede darse como la acción “coincidente” o simultánea de los pueblos dominantes, lo que presupone el desarrollo universal de las fuerzas productivas y el intercambio universal de las fuerzas productivas y el intercambio universal que lleva aparejado. ¿Cómo, si no, podría la propiedad, por ejemplo, tener una historia, revestir diferentes formas, y la propiedad territorial, supongamos, según las diferentes premisas existentes, presionar en Francia para pasar de la parcelación a la centralización en pocas manos y en Inglaterra, a la inversa, de la concentración en pocas manos a la parcelación, como hoy realmente estamos viendo? ¿O cómo explicarse que el comercio, que no es sino el intercambio de los productos de diversos individuos y países, llegue a dominar el mundo entero mediante la relación entre la oferta y la demanda –relación que, como dice un economista inglés, gravita sobre la tierra como el destino de los antiguos, repartiendo con mano invisible la felicidad y la desgracia entre los hombres, creando y destruyendo imperios, alumbrando pueblos y haciéndolos desaparecer-, mientras que, con la destrucción de la base, de la propiedad privada, con la regulación comunista de la producción y la abolición de la actitud en que los hombres se comportan ante sus propios productos como ante algo extraño a ellos, el poder de la relación de la oferta y la demanda se reduce a la nada y los hombres vuelven a hacerse dueños del intercambio, de la producción y del modo de su mutuo comportamiento?
Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente. Por lo demás, la masa de los simples obreros –de la fuerza de trabajo excluida en masa del capital o de cualquier satisfacción, por limitada que ella sea- y, por tanto, la pérdida no puramente temporal de este mismo trabajo como fuente segura de vida, presupone, a través de la competencia, el mercado mundial. Por tanto, el proletariado sólo puede existir en un plano histórico-mundial, lo mismo que el comunismo, su acción, sólo puede llegar a cobrar realidad como existencia histórico-universal. Existencia histórico-universal de los individuos, es decir, existencia de los individuos directamente vinculada a la historia universal.
La forma de intercambio condicionada por las fuerzas de producción existentes en todas las fases históricas anteriores y que, a su vez, las condiciona es la sociedad civil, que, como se desprende de lo anteriormente expuesto, tiene como premisa y como fundamento la familia simple y la familia compuesta, lo que suele llamarse la tribu, y cuya naturaleza queda precisada en páginas anteriores. Ya ello revela que esta sociedad civil es el verdadero hogar y escenario de toda la historia y cuán absurda resulta la concepción histórica anterior que, haciendo caso omiso de las relaciones reales, sólo mira, con su limitación, a las acciones resonantes de los jefes y del Estado. La sociedad civil abarca todo el intercambio material de los individuos, en una determinada fase de desarrollo de las fuerzas productivas. Abarca toda la vida comercial e industrial de una fase y, en este sentido, trasciende de los límites del Estado y de la nación, si bien, por otra parte, tiene necesariamente que hacerse valer al exterior como nacionalidad y, vista hacia el interior, como Estado. El término de sociedad civil apareció en el siglo XVIII, cuando ya las relaciones de propiedad se habían desprendido de los marcos de la comunidad antigua y medieval. La sociedad civil en cuanto tal sólo se desarrolla con la burguesía; sin embargo, la organización social que se desarrolla directamente basándose en la producción y el intercambio, y que forma en todas las épocas la base del Estado y de toda otra superestructura idealista, se ha designado siempre, invariablemente, con el mismo nombre.
Traducción de Wenceslao Roces, Grijalbo, Barcelona, 1974.

 

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La ideología alemana 1               La ideología alemana 2

 

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