Textos de Anaxímenes de Mileto
Anaxímenes de Mileto, hijo de Euristrato, fue discípulo de Anaximandro y, según algunos, también de Parménides. Dijo que el principio material era el aire y lo infinito y que los astros no se mueven bajo la tierra, sino en torno a ella. Empleo una dicción jonia simple y concisa. Vivió, según la información de Apolodoro, hacia la época de la toma de Sardes y murió en la Olimpiada 63. (Diógenes Laercio, ii 3)
Anaxímenes de Μileto, hijo de Eurístrato, compañero de Anaximandro, dice, como éste, que la naturaleza sustante es una e infinita, mas no indefinida, como él, sino definida y la llama aire; se distingue en su naturaleza sustancial por rarefacción y condensación. Al hacerse más sutil se convierte en fuego y en viento, si se densifica más, a continuación en nube; si se condensa más se convierte en agua, luego en tierra, después en piedras y el resto de los seres surgen de estas sustancias. Hace también eterno al movimiento, por cuyo medio nace también el cambio. (Teofrasto, ap. Simplicium Fís. 24, 26)
Anaxímenes dijo que el primer principio era aire infinito, del cual nacen las cosas que están llegando al ser, las ya existentes y las futuras, los dioses y las cosas divinas; las demás nacen de sus productos (de él). La forma del aire es la siguiente: cuando es muy igual es invisible a la vista, pero se manifiesta por lo caliente, lo húmedo y el movimiento. Está en constante movimiento, ya que no podrían cambiar cuantas cosas cambian, sí no se moviera. Tiene manifestación distinta según se densifique o se haga más sutil; pues cuando se disuelve en lo que es más sutil, se convierte en fuego; los vientos, en cambio, son aire en periodo de condensación; de aire comprimido se forma la nube, condensado aún más, surge el agua; con un grado mayor de condensación nace la tierra y, con la máxima condensación posible, las piedras. De donde resulta que los componentes más importantes de la generación son opuestos, a saber, lo caliente y lo frío. (Hipólito, Ref. i 7, 1)
…concedamos que ni lo frío ni lo caliente pertenecen a la sustancia, como pensó Anaxímenes cuando era viejo, sino que son disposiciones comunes de la materia que sobrevienen en los cambios; pues afirma que lo que se comprime y se condensa es frío, mientras que lo que es raro y «laxo» (por emplear sus propias palabras) es caliente. Por lo que no carece de fundamento su afirmación de que el hombre emite lo caliente y lo frío por la boca: el aliento se enfría cuando se comprime y se condensa con los labios, pero, cuando se abre la boca, el aliento se escapa y se calienta por su rarefacción. Aristóteles atribuye esta teoría a su ignorancia [de Anaximenes]… (Plutarco, de prim. frig. 7, 947)
…y todas las cosas nacen mediante una cierta condensación y rarefacción posterior de éste [el aire]. El movimiento, en efecto, existe desde siempre; dice que cuando el aire se contrae, nace, en primer lugar, la tierra, completamente plana, que, en consecuencia, cabalga sobre el aire; y que el sol, la luna y los demás cuerpos celestes tienen el origen de su generación en la tierra. Declara, pues, que el sol es tierra y que, debido a su rápido movimiento, logra el suficiente calor. (Ps.-Plutarco, Strom. 3)
Los cuerpos celestes han nacido de la tierra, debido a la humedad que de ésta surge; cuando la exhalación se rarifica, nace el fuego y del fuego elevado a lo alto se componen las estrellas. (Hipólito, Ref i 7, 5)
La tierra es plana y cabalga sobre el aire e igualmente el sol, la luna y los demás cuerpos celestes, todos de fuego, cabalgan sobre el aire, debido a que también son planos. (Hipólito, Ref. i 7. 4)
Anaxímenes dice que es ígnea la naturaleza de los cuerpos celestes y que contienen a ciertos cuerpos terreas, invisibles, que giran juntamente con ellos. (Aecio, ii 13, 10)
Anaxímenes dice que los cuerpos celestes giran al ser lanzados fuera por el aire condensado y resistente. (Aecio, ii 23, 1)
Dice que los cuerpos celestes no se mueven bajo tierra, como otros han supuesto, sino en su derredor, justamente como un gorro de fieltro gira en torno a nuestra cabeza y que el sol no se oculta por estar debajo de la tierra, sino porque le cubren las partes más altas de ésta y porque aumenta su distancia de nosotros. (Hipólito, Ref. i 7, 6)
Anaxímenes dijo lo mismo que éste [Anaximandro], añadiendo lo que acontece en el caso del mar, que refulge cuando es escindido por los remos. Anaxímenes dijo que las nubes se forman cuando el aire se espesa más; si se comprime aún más, salen exprimidas las lluvias; el granizo se origina cuando el agua se solidifica en su descenso y la nieve cuando a lo húmedo se le añade una porción ventosa. (Aecio, iii 3, 2)
Anaxímenes dice que la tierra se cuartea cuando se moja y se seca y que son los montones resultantes los que, al romperse y caer dentro, la hacen temblar; por eso los seísmos ocurren en los períodos de sequía y de excesivas lluvias; pues, en los períodos de sequía, como se ha dicho, la tierra, al secarse, se cuartea y, cuando recibe un exceso de agua, se deshace. (Aristóteles, Meteor. Β 7, 365 b 6)
Anaxímenes de Muelo, hijo de Eurístrato, declaro que el principio de las cosas existentes es el aire; pues de éste nacen todas las cosas y en él te disuelven de nuevo. Y así como nuestra alma, que es aire, dice, nos mantiene unidos, de la misma manera el viento (o aliento) envuelve a todo el mundo. Se equivoca también cuando cree que los seres vivos se componen de aire y viento simple y homogéneo… (Aecio, i 3, 4)
Anaxímenes es el último de los grandes pensadores milesios. Dependió, sin duda, de Anaximandro y probablemente también de Tales. Su gran idea de la condensación y rarefacción —una forma observable del cambio mediante los que la cantidad controla la naturaleza cualitativa, le permitió el retorno a su concepto de la materia sustancial originaria concebida como un componente real del mundo. Esta idea la aceptó probablemente Heráclito y la transfirió a un sistema de un carácter bastante diferente, porque después de los milesios se amplió y modificó la antigua preocupación por los problemas cosmológicos, cuya finalidad primordial fue la de dar nombre a una clase única de sustancia material de la que pudiera haberse originado el mundo ya diferenciado. Los sucesores de Anaxímenes —Jenófanes y Heráclito—, a pesar de ser también jonios (si bien el primero emigró), se preocuparon por problemas nuevos, concernientes a la teología y a la unidad en la disposición de las cosas, más que por la sustancia material. Desviaciones aún más esenciales acontecieron en Occidente. Mas, cuando los pensadores orientales y del continente (Anaxágoras, Diógenes, Leucipo y Demócrito) se liberaron en el siglo ν del elenco occidental de los eleáticos, retornaron primordialmente a los milesios, y en especial a Anaxímenes, respecto a los detalles de sus cosmogonías; no tanto por la gran intuición de una especie de alma-aliento cósmica, sino porque dichos detalles eran, en parte, una adaptación de la tradición popular, no científica, bajo cuyo amparo seguían aún viviendo.
Bibliografía recomendada:
Diógenes Laercio. (2020). Vidas de los filósofos más ilustres. Página:Diogenes Laercio Tomo I.djvu/34. (2020, marzo 15).
Eggers, L. C. (1981). Los filósofos presocráticos 1. Madrid: Gredos.
Kirk, G. S., Raven, J. E., Schofield, M., & García, F. J. (2014). Los filósofos presocráticos: Historia critica con selección de textos. Tomo I. Madrid: Gredos.