Disertación sobre la educación
Tema: ¿para qué sirve la escuela?
Otras cuestiones relevantes:
- ¿es necesaria la escuela como institución?
- ¿es más importante educar o impartir conocimientos?, ¿se puede hacer una cosa sin la otra?
- ¿se debe enseñar lo mismo en todas partes?
- ¿hay unas asignaturas más valiosas o importantes que otras?, ¿para qué?
- ¿debería haber otras asignaturas en los sistemas educativos?
- ¿quién debe decidir lo que los niños aprenden?
Texto:
La tarea de crear un animal humano limitado, dócil y acondicionado por la ciencia, ajustado en todo momento a un entorno puramente tecnológico, ha avanzado al mismo ritmo que la veloz transformación del mismo medio: en parte esto ha sido un efecto, como ya se ha señalado, del respaldo con que ha contado la aceptación de los resultados tangibles, y en parte por negar cualquier posibilidad real de elección al margen de la gama de posibilidades que permite el sistema megatécnico. Los niños estadounidenses, que, según las estadísticas, pasan entre tres y seis horas al día absorbiendo programas de televisión, cuyas canciones de cuna son los anuncios y cuyo sentido de la realidad está erosionado por un mundo dominado por el contacto diario con Batman, Superman y sus primos monstruosos, solo podrán abstraerse lo bastante de este sistema mediante un esfuerzo heroico por recuperar una cierta autonomía. La megamáquina los somete a un control remoto, condicionado a sus estereotipos, de manera mucho más eficaz que el padre más autoritario. Nada tiene de sorprendente que la primera generación que se ha educado bajo esta tutela se enfrente a una «crisis de identidad» […]
unos buenos hábitos de estudio, adquiridos tempranamente, así como un adiestramiento deliberado de la memoria, proporcionarían una mejor formación que esos grandes conjuntos de máquinas. […]
Una enseñanza seudoprogramada de tal modo es en realidad el instrumento perfecto del absolutismo político, y la aceptación general de este sistema sería fatal para el ejercicio de un juicio independiente, el disenso crítico o el pensamiento creativo. En Francia, bajo la burocracia posnapoleónica, el ministro de Educación podía jactarse de que sabía exactamente lo que estaba enseñando cada profesor a una hora dada en cualquier escuela. Pero aquella modalidad de control todavía era totalmente incapaz de suprimir el diálogo humano y eliminar todas las reacciones espontáneas: pues el maestro seguía siendo una personalidad visible, que podría ser desafiada y desobedecida; en tanto que los alumnos de una clase, por muy estricta que sea la disciplina, todavía contaban con la tranquilizadora presencia de los demás y eran capaz de ejercer un efecto —¡aunque solo fuera por sus travesuras y trastadas!— sobre su profesor. Semejante relación se burlaba de las proclamas de uniformidad del ministro. El objetivo al que se dirige la técnica actual —es decir, garantizar el aislamiento y la sumisión total— es acabar con estos últimos resquicios de contacto humano […]
No solo apoyan un uso cada vez más amplio de máquinas y ordenadores para enseñar; también han tratado con ahínco de explotar otros métodos de comunicación unilateral, tales como la emisión de programas de televisión vía satélite para todo el sistema, a fin de suplantar esas reliquias de relación mutua y participación activa que existen en cierta medida incluso en las aulas más pobres en que profesores y alumnos se ven cara a cara […]
La meta de este invento no es solo apartar al estudiante del contacto recíproco con otros seres humanos, sino también aislarlo de su relación con cualquier ámbito del mundo real que no sea aquel para el que lo ha programado una autoridad superior, de tal modo que su sometimiento al control de la megamáquina sea aún más completo. En cuanto este sistema se encuentre firmemente establecido, no solo la enseñanza sino todas las demás transacciones humanas se producirán a través de canales oficiales, y bajo la vigilancia constante de una autoridad central. Esto no es educación sino adiestramiento animal. Y, puesto que el hombre es el animal más adaptable, un número considerable de personas ya están sujetas, por lo menos en su mente, a esta concepción estéril de la enseñanza. Al parecer, no sospechan que este tipo de «progreso» tecnológico violenta la personalidad humana: de hecho, es un signo preocupante de regresión. […]
La presteza del hombre moderno a la hora de acatar este control externo, incluso después de haber probado y disfrutado durante los últimos siglos de una cantidad considerable de libertad municipal, gremial y personal, ha sido el resultado tanto de presiones externas como de angustias internas. El mero crecimiento de las cifras —no solo el aumento total de la población, sino el incremento en el tamaño de todas las unidades sociales, desde las ciudades a los ejércitos y las burocracias— ha hecho del alma individual algo tímido y sin confianza. Se siente incapaz de hacer frente a unos acontecimientos que quedan tan lejos del alcance de su visión o de su control muscular activo. «Un extranjero asustado en un mundo que no he creado.»
Una vez que se han eliminado o paralizado sus modos de asociación basados en la cercanía y la pequeña escala, el hombre busca la seguridad en grandes organizaciones impersonales: no solo el Estado, sino las aseguradoras o los sindicatos, que funcionan igualmente como piezas esenciales del mismo sistema de poder. Desafortunadamente, la prosperidad de estas corporaciones impone la necesidad de una regimentación y una centralización del control aún mayores. Así, «el miedo a la libertad» que señaló Erich Fromm hace una generación produce una nueva forma de liberación: la liberación permanente de la responsabilidad y la decisión consciente.
En la etapa final del desarrollo técnico, como no han tardado en percibir varios escritores de ciencia-ficción, las ciencias organizadas intentarán hacer directamente, sobre todo recurriendo a mecanismos físicos y químicos, lo que trataron de lograr otras instituciones —la religión, la moral, la ley— de manera más indirecta, con un éxito más bien parcial, mediante la exhortación, la persuasión o la amenaza disuasoria: esto es, transformar la naturaleza del hombre. La ciencia sugiere orgullosamente alterar de raíz las potencialidades de dicho hombre mediante la intervención genética y una programación en mayor profundidad de su existencia a fin de impedir desvíos imprevistos o rebeliones. Alteraciones radicales que nunca llegaron a obtener ni reyes ni sacerdotes, salvo recurriendo al destripamiento, son ahora las propuestas de científicos que pretenden aplicar en el cuerpo vivo gracias a la modificación quirúrgica, la quimioterapia y el control electrónico. Pero el afán de ejercer semejante dominación es tan obsesivo que estos experimentos han recibido el respaldo financiero de fundaciones nacionales «filantrópicas»; así que antes incluso de que se impriman estas palabras tal vez se hayan tomado nuevas decisiones radicales que pongan en peligro la posibilidad de un posterior desarrollo humano
Lewis Mumford, El pentágono del poder (El mito de la máquina II), 1970.